Los árboles

Forestales, Árboles, Bosques, Vigas

Miro cómo se desdibujan los pinos al borde de la carretera. Los manchones verdes inundan mis pupilas mientras mi hermano conduce callado. Desde que mamá desapareció habla poco. Dice que no necesito saber, que él se ocupa, que para eso es el mayor y padre le ha enseñado. Yo obedezco, pero sé que no es como él. Sueño con perdernos entre los árboles. Intento olvidar la vida sin colores tras las paredes del sótano, pero me distraen los ruidos del maletero. Me recuerdan a los golpes de padre. A Fran también le molestan. Para el coche; seguro que lo arregla.

Con este micro concursamos mis compañeros y yo en una de las rondas de la Liga LEMCA, de Esta noche te cuento. No ganamos el puntito extra pero a mí este micro me gusta especialmente. Gracias a las aportaciones que hicieron mis colegas para mejorarlo, Margarita del Brezo, Miguel Ángel Molina, Isidro Moreno y Pablo Cavero

Aves de circo

Si los pájaros te miran extrañados no hagas caso. Las aves de presa son así. Tú como si nada. Eso es que no te conocen. En cuanto vean la carne fresca comerán en tu mano. Recuerda que te la he dejado en la nevera, tercera balda. Cuando abras la pajarera, los milanos serán los primeros en acercarse, son los menos remilgados. Los halcones tardarán algo más en coger confianza. Con los que debes tener cuidado es con los buitres. Ellos prefieren la carroña y tú apestas a cadáver desde que esa domadora de leones te devoró el corazón.

Karma

Mi amiga Margarita del Brezo, que escribe maravillosamente haciendo malabares sobre la punta de la i, me ha inspirado con su frase de Relatos en Cadena, aunque como siempre, llego tarde y me salgo de las costuras.

Va por tí, Margarita

Le pido que haga todo lo posible por mantener con vida a mi marido un poco más, doctor. Olvide sus súplicas de una muerte digna. No sabe lo que dice. Es que le cuesta adaptarse. Siempre fue un hombre muy activo, independiente, con muchas ganas de vivir. Le gustaba salir de fiesta, beberse la noche, las mujeres guapas… Por eso se casó conmigo, me decía. Y la velocidad. También le gustaba la velocidad. Mucho. Agarraba el coche y se perdía en el horizonte mientras yo le esperaba con los niños en casa.

Pero era tan grande, tan fuerte, y yo tan pequeña. En fin, él era así. Si lo hubiera visto, doctor, no lo creería. Aquí donde lo ve, tan flaquito y asustado en esta cama, hace nada tenía unos brazos torneados, fuertes. ¡Qué fuerza tenían esas manos! ¡Qué poder! Y qué chiquita era yo si me hubiera visto usted. Pero no le entretengo más que tiene muchos pacientes que visitar. Deme los calmantes que ya me ocupo yo, y olvide esos desvaríos. Quiero tenerlo conmigo hasta el final, no me despegaré de él. Voy a vigilar su sueño y su vigilia. Sobre todo su vigilia. Cada minuto cuenta.

Piedras

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Al terminar la guerra Tomasa se quedó sola con su madre, una pobre vieja prematura consumida por la pena de perder a un hijo en el campo de batalla y a una hija en la deshonra. A Tomasa se le hundía la madre cada vez más en un mar infinito de amargura y del qué dirán. Un día la pobre se sumergió tanto, tanto que ya no supo cómo salir a flote y allí se quedó, en el fondo, viviendo en un sueño hecho a su medida, con su pequeño Juan y su niña, inocente y pura. Ajena al mundo de la superficie, la madre se le mudó en un lastre, un peso muerto colgado de una hija que en seis meses había pasado de ser una muchacha alegre a convertirse en una pobre huérfana de hermano y madre. Una mujer sin rumbo, perdida en un lugar que ya no conocía, con una enorme piedra amarrada a su corazón y otra más pequeña creciendo en su vientre.

   Así que una fría mañana del mes de noviembre, de madrugada y en silencio, decidió dejarlo todo y perderse en un sitio nuevo. Cargó con lo poco que tenía, y arrastrando dos maletas llenas de desilusión y se fue a la ciudad, donde nadie las conociera.

Colaboración con El Bic Naranja para «Los viernes creativos» https://elbicnaranja.wordpress.com/2020/11/06/viernes-creativos-vamonos-de-viaje/

Un poco de nostalgia en cien manos

Entre octubre de 2011 y julio de 2012 se gestó un hermoso proyecto llamado cariñosamente por todos los integrantes «Cienmanos». La idea consistía en publicar una micronovela por entregas. Cada semana un escritor y un ilustrador publicaban un microcapítulo en el blog colectivo: http://microcienmanos.blogspot.com/. Micro porque todos veníamos del mundo del microrrelato y sobre todo porque eran eso: capítulos muy cortitos. Fue una aventura maravillosa que vete tú a saber por qué ahora me viene a la memoria y no quiero dejar de recordarla en este mi actual blog. Aquí os dejo con mi capitulito correspondiente que tuvo que intentar seguir la trama del anterior y concordarla con la ilustración. Ah, y también con el enlace al libro en issuu: https://issuu.com/dididibujos.blogspot.com/docs/dididibujos.blogspot.com

Mi más profundo cariño para todos los compañeros que compartieron paternidad de esta criaturita tan hermosa.

Cienmanos by Juanlu López - issuu

Capítulo 31: Amor, ¿imposible amor?

Sentada en el suelo del laboratorio, los dos miraban a Paula expectantes. No terminaban de comprender lo que acababa de decir, pero sabían que tenía razón. Debían recomponer el tiempo, reparar la grieta por la que ya se habían filtrado demasiados errores.

—¿Y qué sugieres? —preguntó Víctor Tim.

Paula guardaba silencio, absorta en sus pensamientos. Su mente volaba tan solo unos momentos atrás. Aún notaba las manos de Sebastián recorriendo su cuerpo, la cálida humedad de su boca, su olor, su calor derramándose dentro de ella… De repente, su mirada se cruzó con la de Sebastián y ambos comprendieron.

—Paula, ¿me oyes? —insistía Víctor Tim.

—¿Eh?… Sí —contestó mientras trataba de recomponerse—. Yo digo que llevamos ya demasiado tiempo corriendo como ratones asustados. Propongo que vayamos tras los hombres calvos.

—¿Ah sí? ¿Y sabes dónde están?

—Yo sí —interrumpió Sebastián—. Bueno, sé dónde estuvieron hace muy poco. En el teatro me pareció verlos entre el público.

—Ahora que mencionas el teatro —dijo Víctor—, recuerdo oír mucho alboroto cuando terminó la función. Una mujer llamaba histérica a un niño y decía algo del escenario.

—¡Claro! —contestó Paula excitada—. Melquíades debía haberlo elegido para hacer su número. No creo que contase con nuestra aparición. Y la muestra es que se olvidó del chiquillo.

—¿Ernesto? ¿Enrique?… ¡Emilio! Sí, gritaba Emilio.

—Es probable que perdiésemos el libro al aparecer dentro del armario. Y si ese niño estaba allí pudo cogerlo él —sugirió Paula.

—No perdamos tiempo, vayamos al teatro —dijo Sebastián.

Pero Paula aún continuaba sentada, atando cabos mentalmente.

—No es posible, pero… Sí, todo concuerda. Nada es casual. Estoy segura.

—Paula, por Dios, ¿de qué estás hablando ahora? —dijo  Sebastián.

—Tu viejo profesor de la facultad, ¿cómo se llama?

—No veo qué… Espera: Emilio, se llama Emilio.

—Emilio es tu antiguo profesor, que está casado con Carmen, mi vecina, que me ha cuidado como si fuese de su familia… Y que siempre ha tratado de mantenerme apartada de su marido… ¿No lo ves? ¡Ese hombre es el niño de ahora!

—Vamos, en cualquier caso no hacemos nada aquí —dijo Víctor Tim.

Sebastián le tendió la mano para que se incorporase. Se miraron un instante eterno. Tenían tantas cosas que decirse… Al fin se separaron y Paula se encaminó hacia la puerta rápidamente. Justo a tiempo de darle la espalda para que no viera cómo acariciaba su vientre, aún liso, mientras las lágrimas bailaban en sus ojos.


Día de muertos

Tombstone, Viejas Piedras Graves

Hija, de los muertos no tienes que temer. Ten miedo de los vivos, que los muertos no te van a hacer nada. Me acababa de oír repitiendo aquella frase que mi madre me había dicho a mí cuando tenía la misma edad que mi hija. Un consejo que seguramente le había dado mi abuela también a ella.

Sin embargo, allí estábamos las dos, como cada día 1 de noviembre, cogidas bien fuerte de la mano ante aquella tumba recién removida.