El bosque perdido

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João está sentado en el patio de su casa. Mira sin apenas ver cómo arde el monte, cada vez más cerca.  Un humo denso cubre el cielo llenándolo todo de olor a quemado.  Su hija María le coge la mano. No se irán a ninguna parte.  Si el destino quiere que acaben carbonizados entre las paredes de su casa, así será.  Intenta al menos que João no se asfixie, le moja la cara y le afloja la camisa para aliviar el calor sofocante. A su lado tienen el pozo aunque está casi seco:  apenas medio metro de agua en el fondo.  Vano consuelo, porque ella sabe tan bien como él que será imposible bajar hasta allí con un viejo de ochenta y cinco años cargado a cuestas.

A João le lloran los ojos por el humo que le rodea, pero también le lloran desde dentro. Desde sus recuerdos infantiles, cuando podía ver con claridad los alcornoques y robles que aún crecían al pie de su aldea.  Joao aprieta con fuerza los párpados, se concentra y consigue tumbarse entre la maleza. Con los ojos cerrados vuelve a escuchar el canto de los  “carrapitos”, los carboneros y los herrerillos alborotando alegres entre olmos, abedules y  fresnos. Casi olvida la sonrisa de su nieto anunciando que le contrataban en la fábrica de papel y el silencio de sepulcro que trajeron los malditos eucaliptos. Esos árboles cuyo único visitante es el fuego,  puntual cada verano con su canto horrendo de llamas chasqueando.

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Una chica con recursos

taquillera

Cuando le ofrecieron el trabajo de taquillera dudó bastante. Siempre fue una chica reservada, que disfrutaba del silencio y la soledad para escribir largas historias. El hecho de tener que ver pasar continuamente gente y tener que conversar con ellos aunque solo fueran dos minutos “¿fila 8 o superiores?, ¿asientos centrados o laterales?” no le hacía ninguna gracia. Luego estaba, eso sí , el asunto de pagar el alquiler y la comida. Así que no le quedó más remedio que aceptar. Menos mal que siempre fue una chica con recursos y encontró la manera de mimetizarse con la taquilla de tal forma que nadie tuviera la tentación de preguntar algo más allá del precio de las entradas. Entre sesión y sesión se acostumbró a escribir microrrelatos.

Contribución para «El viernes creativo» https://elbicnaranja.wordpress.com/2017/06/16/viernes-creativo-escribe-una-historia-191/

 

Terrores domésticos

“Lo que usted diga doctor Frankenstein”. Asentí divertida mientras mi hijo pequeño, ataviado con su disfraz favorito me aseguraba muy serio que podía devolver la vida a nuestro añorado gato. Me di la vuelta y seguí preparando la cena. Mientras tanto, eché un vistazo por la ventana y le vi jugando en el jardín. Mi pequeño científico estaba desenterrando afanosamente algo del suelo. Casi me muero del susto. Tuve que salir corriendo para evitar que sacara a la luz al hombre lobo que hacía años tuve que matar con una bala, aunque no fuera de plata.

El viaje

maleta

Qué despistada he sido siempre. De pequeña mi abuela me decía: “muchacha, un día vas a perder la cabeza”. A lo que yo asentía con sorna: “sí, desde luego, porque la llevo pegada a los hombros que si no…”
Cuando conocí a Juan, un chico maravilloso pero más despistado aún que yo, me propuse enmendarme por los dos. Así que planeé aquel fantástico viaje a Punta Cana sin olvidar un detalle. Pero ante la imposibilidad de llevar sobre mis hombros otra cabeza más, decidí guardarla con esmero en la maleta junto a otros enseres imprescindibles. Estoy segura de que mi abuela estaría orgullosa.

(Contribución para El viernes creativo)
https://elbicnaranja.wordpress.com/2017/06/02/viernes-creativo-escribe-una-historia-189/

Bellísimas personas

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Fotograma de la película «La ventana indiscreta»

Se oyeron gritos ¡Vete de mi casa! ¡Socorro! ¡Socorro!  María dejó de teclear en su ordenador y se quedó en silencio. ¡Socorro! De nuevo los gritos. Era una mujer pidiendo ayuda.  La voz parecía venir de la calle. Se asomó a la ventana y vio a una pareja en el bloque de enfrente discutiendo delante del balcón de su vivienda que estaba completamente abierto.

María, siempre tan apacible y discreta, tan poco amiga de problemas, se quedó paralizada unos segundos.  Entonces recordó tantas noticias de agresiones, tantas muertas, tantos casos. Cogió el teléfono sin dejar de mirar por la ventana.  Los tonos de llamada ya sonaban y en ese momento la mujer se dio cuenta de que la estaban observando. Cerró bruscamente la puerta del balcón y corrió las cortinas de forma airada mientras lanzaba a María una mirada acusadora, reprochándole su intromisión. Y la parálisis volvió. Colgó el teléfono justo cuanto al otro lado de la línea contestaban.

Tampoco habló cuando tres meses más tarde una cadena de televisión vino a entrevistar al vecindario por la noticia de una nueva víctima de la violencia de género. Oyó decir a varios vecinos lo buena pareja que era y calló. Aseguraron que eran unas bellísimas personas, que se llevaban muy bien y calló. Dijeron que nunca nadie sospechó nada.

Y calló.

Primera entrada de blog

Esta es tu primera entrada. Haz clic en el enlace Editar para modificarla o eliminarla, o bien crea una entrada nueva. Si quieres, utiliza esta entrada para explicar a los lectores por qué has empezado este blog y qué planeas hacer con él.

Me dice WordPress que comience diciendo qué planeo hacer con este blog que acabo de abrir… La respuesta es no lo sé. Una amiga y escritora me animó a hacerlo. Es la única explicación que se me ocurre. Bueno, la más inmediata.

La verdadera y más profunda es que siempre me ha gustado escribir. De hecho soy la «madre» de otro blog moribundo que inicié hace algunos años pero que dejé laguidecer, así como de innumerables proyectos que duermen en cientos de páginas emborronadas o que ni siquiera salieron de los rincones de mis neuronas.

En fin, que aquí estoy para quien quiera contar conmigo.