
A veces hay que dejarla cerrada.
A veces hay que ocultar muy bien los secretos que guarda.
Imagino los rayos de luz entrando como cuchillos salvajes si se abriese sin pudor. Cortando el aire encapsulado durante años. Los instantes de vidas pasadas que permanecieron sumidos en la oscuridad de la memoria de aquellos que ya casi no recuerdan velados, borrados.
¿Hubo risas tras esos cristales opacados por el tiempo?
¿Hubo besos? ¿Abrazos?
¿Gritos? ¿Llantos?
A veces hay que dejarlas cerradas. No romper el sortilegio del sueño en el que duermen tantas historias por contar. Pertenecen a otros que ya no están y no sabríamos cómo hacerlo.