Mi pajarito

Fue a finales de un verano cuando al niño le salió la primera pluma. Era pequeña, muy suave. Más bien un plumón de polluelo que le nacía bajo las axilitas. Luego fueron saliéndole el resto por lugares más visibles y eran distintas, de color parduzco, como el de los gurriatos. Mientras, el crío seguía jugando tan contento. Agitaba sus manitas con ademanes de volar y reía con un trino tan delicioso que atraía las miradas de todos. Su padre también le observaba con cierta ansiedad. A él eso de las plumas le inquietaba bastante, pero se consolaba pensando que al final tendría el plumaje de un halcón, un águila o cualquier ave rapaz que estuviera en la cúspide de la cadena alimentaria. Pobre. Fue a comienzos de otro verano cuando por fin supimos la verdadera naturaleza de mi pajarito. Era un hermoso, delicado y colorido colibrí. Una tarde vino a casa de la mano con otro niño-pájaro muy parecido. Les saqué unos refrescos y unas patatas fritas. Me contaron cómo se encontraron en la jungla de depredadores que había en el instituto. Después, me abrazaron y me dieron un beso. Yo les abrí la ventana y echaron a volar tan felices.

Pan de Cádiz

Éramos Sonia, Mario y yo. Hasta que conocimos a Raquel una tarde adolescente de finales de junio en la playa de La Caleta. Nos ofreció su toalla gigante, y aquel verano el mundo para nosotros se redujo a la isla de sueños que formaba ese trozo de tela rojo con caballitos de mar pintados. Los castillos en la arena se nos quedaron pequeños y empezamos a hacerlos en el aire. Sonia y Mario se inventaron un palacio y sellaron las puertas con besos torpes y babosos tras el espigón. Mientras, Raquel y yo mirábamos las olas en silencio. Su pelo ondeaba al viento y olía a mazapán. El último día, después de las promesas falsas de no olvidarnos, ella sacó la toalla partida en cuatro trozos con nuestros nombres bordados. Mario y Sonia intercambiaron los suyos. Yo no me atreví a hacer lo mismo con Raquel.

Recuerdo aquel verano como si no hubiera existido otro aquí sentado en El Malecón, mirando a un niño de piel tostada que arrastra un trozo de toalla vieja. Tras el corre una mujer de hermosa melena. Alcanza al niño, lo alza en brazos y lo besa. Acaban de pasar justo a mi lado. Juro que huelen a pan de Cádiz.

Tejados

Cuando no me miráis suelo cerrar los ojos y subirme a los tejados. Ando por allí entre las cagadas de palomas y la maraña de antenas buscando no sé qué. Me gusta acercarme al borde e imaginar que tengo alas.

Otras veces se me escapa la mirada por la ventana de la cocina cuando estáis todos en el salón y sueño que me acerco a la cuneta de carretera. Entre botellas de plástico llenas de orines, cadáveres de conejos atropellados, colillas y basura observo cómo pasan los coches mientras el viento que levantan me agita la ropa. Me gusta imaginar que puedo cruzar de un salto como si fuera un gamo.

Pero no os dais cuenta porque siempre suelo volver puntual para la cena.

To be a city pigeon / Ser paloma de ciudad

To be a city pigeon, forced exiled from her homeland crippled in the narrow margin of the world seeking shelter under the tempest always hungry for clean skies.

To be an urban rabbit with open entrails on the dumb asphalt where before there were fields inhabited by trills.

To be a partridge on the sharp roundabouts of the ominous bypasses brooding empty generations of birds stained with tar.

To be a garden almond, the open flowers at an advance heat stroke.

Weir gull six hundred kilometers from the closest rotten sea. Shanty stork, stunted lost without a compass.

Cicada in January, orphan sparrow, dying bee, beggar boar of devastated nobility.

To be a human being.

Ser paloma de ciudad, exiliada forzosa de su patria.
Mutilada en el margen estrecho del mundo.
Buscando refugio bajo el temporal.
Siempre hambrienta de horizontes limpios.

Ser conejo de urbanización
con las entrañas abiertas sobre el asfalto mudo
donde antes hubo campos habitados de trinos.

Ser perdiz en las rotondas afiladas
de las circunvalaciones ominosas
empollando hueras generaciones de aves
manchadas de alquitrán.

Ser almendro de jardín,
las flores abiertas a golpe de calor adelantado.

Gaviota de vertedero
a seiscientos kilómetros del mar podrido
más cercano.

Cigüeña de chabola,
desorientada sedentaria sin brújula.

Cigarra en enero, gorrión huérfano,
abeja moribunda, jabalí pordiosero de nobleza devastada.

Ser humano.

Poema publicado en el número 4 #Sfd Tier de la Revista de la Schule für Dichtung de Viena.

Alexis López Vidal y el océano interior. Catálogo de bestias marinas

«Respirar es menos importante que amar»

Entrevista: Sara Nieto

Queridos amigos, hoy me atrevo con uno de los grandes. Les traigo una charla nada menos que con una de las mejores voces de la literatura del momento: poeta, relatista, ensayista. Vamos, escritor en letras mayúsculas y ganador de infinidad de premios. Tantos que ya le pierdo la cuenta.

Él es Alexis López Vidal. Este alicantino nacido en Torrevieja lleva ya unos cuantos años aparcando a ratos el aburrido mundo del marketing para cedérselo a la literatura. ¡Y qué ratos! Sobra decir que lo que extrae de ellos son obras maestras, dignas ganadoras, como ya he dicho, de los premios y menciones que cosecha por todas partes. Y por si os queda la duda os comento que la última de ellas, por cierto, es de hace tan solo unas horas: Mención de honor en el XXII Certamen de la Villa de Montánchez con su relato “Arquitectura hostil”. Igual para cuando termine de armar este amago de entrevista ya ha acumulado otros pocos. Seguro.

Yo tuve el honor de acercarme literariamente a Alexis en el mundo “concursos”  en el VIII Certamen Madrid Sky del año pasado, pues él quedó ganador y yo tercera. Hace unos meses el acercamiento, por fin, fue en persona, cuando compartimos el honor de ser jurado del certamen de este año y de asistir a la ceremonia de entrega de premios. En el evento posterior, vinos y cañas mediante, por fin pudimos hacernos confesiones de juntaletras. Y allí constaté que Alexis es tan grande como escritor como lo es como persona, pues le faltó tiempo para hacerme llegar su último poemario: “Catálogo de bestias marinas”. Una delicatessen de la poesía. Maravilloso. Caí rendida ante sus versos (un poco más) y comprendí que le debía una entrevista (o algo parecido). No me juzguéis duramente. He hecho lo que he podido o mis nervios me han dejado.

SARA NIETO: Alexis, querido, llevas bastante tiempo en el mundo de las letras, pero tu formación no tiene nada que ver con la Filología, la Literatura o similar (corrígeme si me equivoco). Vienes del mundo del Marketing. Y aunque sé que tienes algún ensayo profesional escrito, quiero saber qué fue lo que te llevó a escribir ficción.

ALEXIS LÓPEZ VIDAL: La realidad es que, paradójicamente, es al contrario: soy un forastero en un mundo de hojas de cálculo y análisis estadístico. Cursé el bachillerato de Letras Puras (latín y griego) y he escrito poesía desde que era un niño, además de alguna que otra pequeña obra de teatro que interpretaban mis compañeros de EGB, y durante la adolescencia hice mis pinitos en prosa con colaboraciones en semanarios y el esbozo de mis primeros relatos. No fue hasta que concluí mis estudios universitarios, en Publicidad y Relaciones Públicas, que me interesé por el mundo del marketing, en el que acabé especializándome. Si bien es cierto que hoy en día mi jornada profesional tiene un alto componente, digamos, técnico y donde los números ejercen una tiranía insalvable, también lo es que la comunicación es una pata indispensable en el Marketing y a la que dedico otra parte destacada de mi labor.

S.N.: Y desde luego, está claro que ese aspecto de comunicador lo manejas muy bien. Te he leído infinidad de relatos y poemas que vas dejando por las redes como miguitas de pan que se te van cayendo de ese enorme zurrón en el que guardas multitud de historias y versos ganadores. Sorprende, ante todo, la calidad, pero también la capacidad que tienes de gestarlas sin parar. Alexis, me tienes obnubilada. Yo, de mayor, quiero ser como tú. ¿Cuál es el secreto para poder concursar y ganar tantos galardones? Te imagino en un despacho impoluto, con cada cosa en su lugar, sentado a tu mesa con todo super organizado, con un tablero lleno de post-it de colores, manejando un Excel o algo así, donde llevas la cuenta de fechas, requisitos, temas, tramas, etc. Por favor, dime si es verdad o es solo imaginación mía.

A.L.V.: (Risas) ¡La verdad es que tienes razón! Soy la antítesis del escritor romántico que escribe a mano en un cuaderno de tapa dura, mientras ve languidecer la tarde acomodado en un banco del parque o en la solitud de la madrugada. Mi yo escritor es la otra cara de mi yo oficinista, y en realidad ambos se asemejan bastante en sus modos y sus formas: escribo los fines de semana, desde temprano y acompañado de una buena taza de café, siempre en mi portátil desde el despacho de casa (donde todo está en su sitio, soy un maniático del orden). Antes de escribir un relato pergeño la trama, un esbozo de los personajes principales y anticipo el final (la escritura libre no es para mí, lo he repetido en diferentes ocasiones, sin ese plano acabamos perdidos tanto la historia como yo mismo); solo entonces dejo que el relato y los personajes me lleven y sí, también hay espacio para la magia: giros inesperados que conducen igualmente al final o ligeras variaciones de este con mejor tino, personajes secundarios o lugares menores que de pronto se apoderan de la historia… Y por último, como intuías, todo empieza y acaba en una hoja de cálculo: al principio, cada fin de semana, consultaba las convocatorias vigentes próximas a expirar y escribía un relato para concursar pero me di cuenta de que muchos de los certámenes de mayor calado siguen requiriendo el envío postal, y esto era incompatible con una dinámica tan in extremis, por lo que en el último año me he visto en la obligación de organizar un calendario. Una vez que he enviado mi participación, añado el registro a la hoja de cálculo indicando el certamen, el relato enviado y la fecha en que se publicará el fallo. No tenía ni idea de la planificación que requiere profesionalizar, en cierta medida, la participación en certámenes literarios y he tenido que aprender sobre la marcha.

Siempre he pensado que la producción literaria de un autor es una víscera (por lo visceral) (…) en algunos es un intestino (delgado en los más delicados y grueso, en los menos), en la mayoría es un hígado: un órgano que ha filtrado el poso de todas las lecturas a las que nos hemos amorrado.

Alexis López Vidal

S.N.: Pues la verdad es que leyéndote y a juzgar por el palmarés que llevas, sí me hago una ligera idea. (Nota mental: hacer un curso de Excel avanzado ¡ya!).

Y siguiendo con el tema que nos ocupa: la literatura, veo que te desenvuelves muy bien en el género del relato y también en la poesía. Sin embargo, adivino que últimamente te decantas por este último, a juzgar por los libros que llevas publicados, que son tres de poesía: “Escarnio público. Tetralogía de amores usados” (2020), “El filo mellado” (2020) y “Catálogo de bestias marinas” (2022), frente a solo uno de relato “Bar Matrioshka y otras historias”, que además fue tu primera obra hace ya nueve años.

A.L.V.: Seguramente mi producción literaria en el último año y medio se decante por la narrativa, sobre todo impelido por la participación en certámenes literarios, pero escribir poesía es realmente aquello que me define. Los últimos tres poemarios publicados se escribieron justo antes de la pandemia, junto con un cuarto que permanece inédito y que espero que se publique el año próximo, sin mayor pretensión que el propio oficio de la escritura; no había concursos literarios ni nada parecido en el horizonte (de hecho apenas había rascado la superficie de este mundillo en ese momento). Creo que en gran medida ejercito la prosa, precisamente, como un vehículo para llegar a más lectores y llevarlos a mi poesía.

S.N.: Buena estratagema esa, Alexis. Porque en cualquier caso, después de años leyéndote yo tengo claro que eres, ante todo, poeta. Ya sea en verso o en prosa, tus letras destilan poesía, bellas metáforas e imágenes que se te quedan clavadas en la memoria. Lo último que he tenido el placer de leerte sin pausa y sin prisa (requisito indispensable para poder leer poesía) ha sido tu “Catálogo de bestias marinas”. Como digo, viene cargado de alegorías que orbitan alrededor de un lenguaje marino y salitroso. Salitroso como las lágrimas, porque como siempre, tras cada poema queda un regusto de nostalgia. ¿Me equivoco?

A.L.V.: Sí, no podemos huir de quienes somos. Siempre he pensado que la producción literaria de un autor es una víscera (por lo visceral) y porque, aunque en algunos es un intestino (delgado en los más delicados y grueso, en los menos), en la mayoría es un hígado: un órgano que ha filtrado el poso de todas las lecturas a las que nos hemos amorrado. Soy un lector empedernido desde niño, y he recibido el influjo de toda la poesía que ha llegado a mis manos, pero también de otros autores de cabecera como John Cheever o Anne Rice, en los que encuentras un preciosismo y una nostalgia por otro tiempo. Rice, al describir la belleza y la mortífera fatalidad de sus vampiros, habla del cancro en el capullo de la rosa. Puede que sea eso lo que persigo en mis textos: reivindicar una narrativa hermosa, sin caer en la pedantería, que subyugue y clave sus colmillos en el lector por medio de imágenes poderosas. Y tal vez hay mucho de eso en “Catálogo de Bestias Marinas” solo que, en este caso, la amenaza surge de un mar proceloso de recuerdos.

Ser adulto es, en muchas ocasiones, ceder terreno, elegir de entre todas la derrota menos dolorosa.

Alexis López Vidal

 

S.N.: En efecto, es un océano de recuerdos tu catálogo. Recuerdos duros y pesados que nos arrastran hacia el fondo. Ese fondo habitado de monstruos de los que todos huimos y que sin embargo no sabemos o no queremos desprendernos de ellos. Pero háblanos de tu catálogo desde un punto de vista formal, que es algo curioso. Explícanos cómo está estructurado y la clasificación de esas bestias.

A.L.V.: Se trata de un poemario dividido en cada una de las partes en que se clasifica el mar según su profundidad, de modo que es una invitación a adentrarse en las aguas y descubrir a sus criaturas, distintas pero muy iguales a nosotros a medida que la luz del sol no alcanza a iluminar los fondos abisales. Estas criaturas y su mundo sirven como trasunto de nuestra sociedad y de nosotros mismos: aislados, recogidos en el refugio callado y solitario de la hipertecnificación, que en lugar de acercarnos más nos aleja, porque todo está a golpe de clic y de mensaje escueto en WhatsApp o redes sociales, y todos rehuimos emerger a la superficie y retomar el auténtico contacto.

S.N.:  Muy buena reflexión, Alexis. Volviendo a la temática, junto a la nostalgia, atisbo un profundo sentimiento de amargura y tristeza. Más bien, resignación por la pérdida de esa patria de la que habló Rilke, la única patria verdadera, que es la infancia. Está claro que tu infancia está junto al mar Mediterráneo. Y que tus vivencias más intensas también están allí, en cada ola, en cada grano de arena o cada minúsculo microorganismo.

A.L.V.: Seguramente. Es muy difícil no idealizar nuestro pasado, quizá porque hay un elemento de nuestra infancia que siempre echaremos en falta: la inocencia. Queremos regresar a ese tiempo de descubrimientos, de exploración, donde todo parecía posible y las victorias se intuían factibles y al alcance de la mano. Ser adulto es, en muchas ocasiones, ceder terreno, elegir de entre todas la derrota menos dolorosa. Hay poemas en el libro que lloran la pérdida de ese tiempo pasado, aunque también otros apelan a nadar y remontar la corriente de pesar e incertidumbre.

S.N.: Como buen poeta ya sabes que en realidad solo hay dos temas en poesía: el eros y el tánatos. En este poemario has conseguido en cierto modo aunarlos, ya que tus versos a menudo supuran amor. Amor en todas sus formas: sexual, platónico y por supuesto, desamor. Pero un amor sin ñoñerías ni edulcorantes. Un amor más cercano a la trascendencia de la muerte y el paso del tiempo. Aunque ya se sabe, que esto es mi interpretación y un poemario es distinto para cada persona que lo lee, ¿crees que me acerco? ¿Te consideras un poeta del amor?

A.L.V.: Estoy convencido de que el amor siempre es la respuesta. En cualquiera de sus formas y vertientes, en mayor o menor medida. Respirar es menos importante que amar. Nuestros pulmones sustentan nuestra capacidad de amarnos, a otros y a nosotros mismos. No se puede escribir sin escribir del amor: escribimos acerca de su presencia e influencia y hablamos de él por omisión en su ausencia. El relato más sórdido acaba reclamando amor, de algún tipo. El amor ha ejercido una importancia capital en mi producción literaria, y, aunque puede que mi poemario “Escarnio público. Tetralogía de amores usados” haya acabado convirtiéndose en una especie de síntesis de esta manera de entender el mundo, el amor, como la Luna, influye en las mareas oceánicas de “Catálogo de Bestias Marinas”.

S.N.: En cuanto al estilo está claro que ya lo tienes bastante definido. Tus versos contienen una amalgama entre lirismo y un lenguaje muy rico perfectamente adaptado en este caso al medio marino. Pero atisbo también pinceladas de coloquialismo descarnado, que me recuerdan en cierta manera a los novísimos. ¿Cuáles son tus influencias a la hora de escribir poesía?

A.L.V.: Como decía, he bebido de muchas fuentes: desde Petrarca hasta Juan Ramón Jiménez, pasando por Lorca, Evgueni Evtushenko… Trato de leer poesía con frecuencia, y destacaría a autores actuales y no tan mainstream como José Manuel Vivas, Miguel Sánchez Robles, Javier García Cellino, Santiago Gómez Valverde o Julia Piera.

S.N.: Inevitable pregunta: ¿en qué te inspiras? ¿Dónde están esos lugares a los que vuelves una y otra vez para encontrar a la musa esquiva?

A.L.V.: Es una pregunta difícil. A veces la chispa salta tras la lectura de una noticia o de un artículo, o un poema o una novela me despiertan el deseo de morar en esa obra un poco más, a través de mi interpretación de ese espacio o de esas gentes.

Como quincallero de las letras, escarbo en muy diferentes lugares. (…) Y de nuevo insisto en reivindicar a autores fuera del radar del gran circuito editorial.

Alexis López Vidal

S.N.: ¿Cuáles son tu escritores o tus libros de cabera? Esos que te llevas a la cama antes de dormir o que siempre andan por ahí al alcance de tu mano.

A.L.V.: Como quincallero de las letras, escarbo en muy diferentes lugares. He nombrado a Cheever y Anne Rice, también destacaría a Stephen King, Maupasant, Lord Dunsany, Poe, Lovecraft, John Irving, Cortázar, Borges… Y de nuevo insisto en reivindicar a autores fuera del radar del gran circuito editorial, como Miguel Sánchez Robles con su “Algo pasa en el mundo” o Antonio Tocornal con su “Bajamares”.

S.N.: Quiero saber de tus proyectos. Cuéntame. ¿Qué va a ser lo siguiente con lo que nos vas a deleitar?

A.L.V.: Espero que el año próximo me regale la publicación de un nuevo poemario y el tiempo suficiente para trabajar en una novela. Por el momento seguiré cultivando el relato y disfrutando del encuentro con autores y personas tan maravillosas y enamoradas de las letras como tú.

S.N.: Vaya, gracias de nuevo por tu generosidad, Alexis. Es fácil enamorarse de las letras con obras tan talentosas.

Y hasta aquí la charla con mi querido Alexis. Espero que haya sido tan provechosa para él como para mí. Os invito a todos a hundiros en su océano tan especial, al menos para refrescarnos en estos tórridos días de finales de agosto. Por las bestias no os asustéis, no serán muy diferentes de las propias.

Una última cosita. Para estar al día de la obra de Alexis López Vidal, aquí tenéis su web:

https://barmatrioshka.com/

Flores

Hay mujeres narciso que se miran en sus hijas

y sonríen si las ven reír. 

Si guardan la compostura, el cabello limpio

y cepillado.

Los dientes blancos con olor a menta.

La cara perfecta, la sonrisa a flote. 

Hay mujeres narciso que se miran en sus hijas y si sus hijas lloran

ella sufre porque los pétalos se le mojan.

Si sus hijas gritan, insultan, blasfeman hay mujeres narciso que padecen

por el qué dirán las demás flores del jardín.

El reflejo de la mujer narciso debe ser inmaculado,

una réplica exacta de la perfección que su madre le dijo que ella debía encarnar.

Pero hay mujeres narciso hijas de otras narcisos,

nietas de otras narcisos,

bisnietas de otras narcisos.

Generaciones enteras de flores insatisfechas.

Todas son conscientes de su belleza, pero solo algunas

de la maldición que trae.

Intentan camuflarse entre las malvas y las acederas,

alejarse del borde del estanque.

Alejarse de sus madres y sus hijas.

Solo quieren que alguien les corte el tallo

y se las lleve en un ramo o arranquen sus pétalos

para saber de una vez

si las quieren o no las quieren,

como simples margaritas.

Mar Horno. Naufragar en mares lejanos (o no tanto)

Entrevista: Sara Nieto

«La literatura puede ser una buena isla en la que recalar»

Mar Horno en la Feria del Libro

Queridos amigos, hoy les traigo una modesta entrevista. Bueno, más bien una charla entre amigas para mostrar a quien no la conozca a una de las mejores voces del microrrelato actual. Ella es Mar Horno, que ha sido desde siempre un referente para mí a la hora de acercarme al microrrelato. Y digo acercarme porque aún no he llegado a su altura.
Desde que comenzó a adentrarse en este género ha cosechado multitud de premios como La Microbiblioteca, Relatos de viajes de La Ser, Purorrelato de Casa de África o quedado finalista de grandes certámenes como el de Madrid Sky, además de un largo etcétera que podéis encontrar descrito navegando por las redes o en la solapa de su nuevo libro, por cierto. Hablo de «Náufrafos del Océano Índigo», editado por Zahera Silvar, dentro de lo que ya empieza a ser una insigne colección: “Lenguas de ornitorrinco”. Además, esta nueva obra cuenta con unas maravillosas ilustraciones de Dictinio de Castillo-Elejabeytia.

Y dicho esto, que era imprescindible para acercaros a esta gran mujer y escritora, os dejo con nuestra pequeña charla sobre letras y vida.

Mar Horno: Hola Sara, es un placer conversar contigo. Talentosa e inteligente escritora a la par que
amiga. Pocas cosas se pueden comparar a tomar un café (real o imaginario) con alguien con la que compartes afición y devoción. Gracias por esta entrevista.

Sara Nieto: No tienes que darme las gracias. El placer es mutuo. Y adentrándonos ya en el tema que nos ocupa, que es tu nuevo libro, lo primero que percibo tras leerlo es una evolución desde tu primera obra:
“Precipicios habitados”. Veo que sigues manejando a la perfección el ritmo y las tramas pero también hay una serenidad y una madurez, que solo da la experiencia.

M.H.: Sí, diez años en el género se notan. En «Precipicios habitados» estaba la frescura, el encanto y la valentía de aquellos primeros años en los que descubrí el microrrelato y en los que quedé absolutamente enganchada al género. Al principio escribía casi con ansia, me presentaba a todo concurso que se convocaba, a veces, sin apenas corregir los textos y predominaba el relato negro o de terror con el típico final sorpresivo. Ahora, con «Náufragos del Océano Índigo», la escritura ha sido más reposada, más perfeccionista, más disfrutona, por decirlo de alguna manera. Me he acercado, más si cabe, al surrealismo, que es donde me encuentro más cómoda y he buscado yo la inspiración poniendo freno a los asaltos a traición que ella me propinaba durante los primeros años. Me llevaba por donde quería, a veces tiraba de mí como un perro grande y caprichoso. Ahora obedece algunas órdenes básicas.

S.N.: Me encanta que hayas podido conseguir que tu inspiración obedezca algunas órdenes. Yo estoy en ello, ya me darás el secreto. Pero hablemos de tu estilo: sigues manteniendo el mismo, en lo que ya se
vislumbra como un sello de autora. Tus textos contienen la narratividad necesaria para contar una historia concentrada pero siempre aderezados con dosis de poesía creando bellísimas y efectivas metáforas. De hecho alguno de tus micros podrían definirse como prosa poética. ¿Has pensado alguna vez en escribir poesía? Por que dotes, no te faltan…

M.H.: Pues no, nunca me lo he planteado. Me encanta la poesía, de hecho, los poetas de la Generación del 27 me marcaron y son una de mis influencias. Pero me siento incapaz de escribir poesía, me parece muy difícil de escribir aunque, yo recojo todos sus aparejos y los utilizo: sonoridad, figuras literarias, ritmo, imágenes oníricas… Las metáforas me chiflan, podría vivir de metáforas. Sin embargo, se me queda en el tintero el lirismo. No entiendo la escritura como introspección. Contar historias es lo que me gusta y la prosa poética me proporciona lo mejor de ambos géneros, la libertad de narrar pero con la belleza de la poesía.

Una vez gané un concurso de microrrelato en mi tierra, en Baños de la Encina, y el presidente del jurado era poeta. Me dijo que el micro ganador era pura poesía. Era verdad. Yo creo que el escritor que no puede ser poeta, escribe microrrelato.

S.N.: Yo no diría tanto, mujer. En cualquier caso sigue recogiendo esos aparejos que se está dando muy bien la pesca, ¡jajaja!. Ya hemos mencionado que tus relatos siempre han nadado en aguas de fantasía. Y ya nos dices que te gusta el realismo mágico. En efecto, en este libro te afianzas en esos mundos de imaginación, de lo imposible. ¿De dónde sale esta querencia por lo irreal y lo fantástico? Adivino que
tiene algo que ver tu infancia, los niños y las lunas. ¿Me equivoco?

M.H.: Siempre lo digo, yo creo que mi único mérito como escritora es tener una imaginación desbordada. El surrrealismo y la fantasía me permiten contar las historias que se me ocurren sin caer en el absurdo. Los cuentos de tradición oral que me contaba mi abuela cuando era una niña, los programas infantiles de televisión de los 80, el género fantástico de Tolkien, el cuento gótico del XIX y XX y el realismo mágico de García Márquez marcaron mis primeras lecturas. Entiendo la literatura como evasión y divertimento y, estas lecturas, me demostraron que en literatura todo es posible. La realidad está ahí, la conocemos y la vivimos todos días, pero a mí me gusta contarla de otra manera para sacar al lector de su cotidianidad, de su zona de confort, de su horario de 8 a 3. Todo es posible para mí y me gusta hacer sentir al lector, lo mismo.

S.N.: ¡Ay, esos programas de los 80! Ya me has despertado la nostalgia, ¡jajaja! Siguiendo con el tema de tu estilo, me gustaría comentarte que encuentro también, en una combinación perfecta para mi gusto, por cierto, que junto a estas narraciones, además de esa mirada poética hay en muchas ocasiones una mirada sarcástica muy ácida. Recuerdo por ejemplo “Cifras” ¿Dirías que en este libro hay más descreimiento hacia la realidad, más ironía?

La burla bien hecha, educada e inteligente puede cortar más que un cuchillo y zarandear conciencias con más fuerza que un grito.

Mar Horno

M.H.: La vida es pura ironía. Cuantos más años cumplo más sensación de ello tengo. El género humano es capaz de lo mejor y de lo peor. Solo hay que mirar alrededor para sentirse absolutamente decepcionado por nuestra especie. Soy andaluza, aunque no especialmente graciosa o ingeniosa, pero sí está en mi cultura el aceptar la vida con humor y el humor no deja de ser una herramienta crítica que esconde la protesta contundente dentro de la aceptación. La burla bien hecha, educada e inteligente puede cortar más que un cuchillo y zarandear conciencias con más fuerza que un grito. Es un arte que yo a veces logro dominar y que me gusta utilizar en mis historias.

S.N.: Totalmente de acuerdo, Mar. Y entiendo entonces por qué bajo ese velo de magia que tienen las cosas que ocurren en tus relatos, subyacen  realidades muy duras. No sé hasta qué punto esto es intencionado o simplemente es el sonido de la respiración de los náufragos que habitan tus  relatos.

M.H.: Que mis relatos estén envueltos en fantasía y realismo mágico no quiere decir que estén fuera de la realidad, al contrario. La felicidad, la redención o los finales felices no son frecuentes en mis microrrelatos. En Náufragos del Océano Índigo hay violencia, pederastia, opresión, muerte y desamor. Contarlo de otra manera es una defensa contra las atrocidades que vivimos todos los días. Escribir, la literatura, muchas veces sirve para conjurar miedos propios y ajenos.

S.N.: ¿Por eso quizás el título? ¿Los náufragos de la vida?
M.H.: Sí. Todos somos náufragos en esta sociedad que nos ha tocado vivir, llena de prisas, problemas, soledades e incomprensiones. Todos necesitamos agarrarnos a algo para sobrevivir al oleaje. Cada uno, a lo que puede. Los más afortunados encuentran alguna isla. La literatura puede ser una buena isla en la que recalar. Además, todos los hombres y mujeres somos expertos en naufragios. Nos pasamos la
vida naufragando. Pero un naufragio no tiene porque ser algo malo sino algo de lo que aprender. Si tu barco hace aguas, vuelve a puerto y repáralo. El Océano Índigo es una metáfora de mi propio mundo literario, de mi mar de historias donde quiero que el náufrago-lector se sumerja sin miedo.

S.N.: Y es una inmersión que merece la pena, lo atestiguo. Pero ahora viene la andanada de preguntas inevitables y poco originales que ya te habrán hecho mil veces, pero que resultan imprescindibles para acercarte a los nuevos lectores de tu obra. Primera de ellas ¿En qué te inspiras?

Casi nunca se me ocurre una historia cerrada. Tengo una buena idea y es la propia historia la que me dice a donde quiere ir. Y muchas veces no quiere ir a ningún sitio.

Mar Horno

M.H.: Yo soy esclava de los caprichos de la inspiración y de sus tiranías. No soy una escritora disciplinada ni me pongo a escribir todos los días. A veces pasan meses sin que escriba nada. La musa nunca me encuentra trabajando. Es verdad que mi imaginación me proporciona muchas ideas, algunas casi rozando el absurdo pero en la mayoría de las ocasiones no llegan a nada. Una frase, una imagen, una canción puede ser el detonante, pero casi nunca se me ocurre una historia cerrada. Tengo una buena idea y es la propia historia la que me dice a donde quiere ir. Y muchas veces no quiere ir a ningún sitio. Un objeto simple y vulgar como una percha, de la que se cuelga ropa, colgar, colgarse de una persona (léase Perchas). Las sábanas de mi madre, guardadas durante cincuenta años en un cajón, no tienen más remedio que sentir añoranza (léase Noches en blanco). Los nichos de un cementerio me parecen los mismo bloques pequeños y tristes de los barrios periféricos (léase Muertos). Cuando tenía que terminar Náufragos del Océano Índigo, también recurrí a leer libros de otros compañeros microrrelatistas. Leer a los mejores siempre te inspira. Esta es una excelente técnica para conseguir buenas ideas. A mí me funciona.

S.N.: Excelente micro el de Perchas, por cierto. Desde que lo leí me quedé «colgada». ¿Cuáles son tu escritores o tus libros de cabera? Me refiero, literalmente, a esos con los que te vas cada noche a la cama. Las últimas letras que entran en tu cabeza antes de dormir.

M.H.: Nunca falta en mi mesilla de noche un libro de microrrelatos. Los intercalo con novelas. Tampoco falta alguna antología de la editorial Valdemar, de esas de aparecidos, mujeres vampiros, terrores innombrables. El género de terror es mi vicio, nunca me canso de leerlos. También la novela negra (me crié con Agatha Christie), me encanta Arantza Portabales, Domingo Villar. No tengo preferencias de autores o géneros pero sí que es verdad que leo por evasión. De lo último que he leído, me ha gustado mucho «El verano que mi madre tuvo los ojos verdes», de Tatiana Tibuleac, «Tierra de Campos», de David
Trueba, «Dicen los síntomas», de Bárbara Blasco, «Historias de mentes», de Portabales, «Hubo un Jardín» de Valeria Correa Fiz, podía escribir una lista de cientos de páginas. García Márquez, Muñoz Molina, Alice Munro. Nunca dejo de asombrarme ante el talento humano para contar y emocionar a otros contando.

S.N.: Y ahí va otra inevitable. ¿Por qué y cuándo empezaste a escribir? ¿Por qué microrrelato?

M.H.: Nunca me había planteado escribir. Había escrito en la adolescencia, tonterías, algún cuento que jamás pretendí publicar. Soy más lectora que escritora, aún hoy. Pero cuando leí un microrrelato en Internet por primera vez con casi cuarenta años, de forma casual, me quedé absolutamente abducida por este género. Que se pudiera contar tantas cosas con tan pocas palabras me cautivó hasta el punto que decidí que yo quería escribir microrrelato y no solo escribirlos sino publicarlos. Me dije, madre mía, esto es lo que yo he estado buscando escribir toda mi vida y lo acabo de encontrar. Me matriculé en varios cursos de escritura creativa, abrí un blog, empecé a ganar concursos, publiqué mi primer libro “Precipicios habitados” con Talentura y aquí estoy, diez años después, con la misma pasión. Siempre seré, ante todo, microrrelatista.

S.N.: Háblame de tus proyectos. Me suena que te ronda por la cabeza una historia larga.

M.H.: Sí, empecé una novela hace un año y medio. Culpa de Arantza Portabales, que me animó a ello después de leer un cuento mío. No sé si la terminaré algún día o si la llegaré a publicar, pero la verdad es que estoy disfrutando mucho escribiéndola. Al principio fue un suplicio contar en tres folios lo que yo podría contar en medio, pero le he cogido el gusto y ahora no puedo parar. Lo importante es que escribirla me divierte y me hace feliz, como cuando escribo micro, y eso para mí es una terapia, imprescindible en mi vida. La escritura y la lectura son la tabla de salvación, la isla de mis naufragios,
esos naufragios cotidianos que a veces te hacen dudar de la cordura.

S.N.: Aquí entre nosotras ¿consideras que se puede identificar cierta literatura como literatura escrita por mujeres? Quiero decir, si consideras que hay algo definitorio en el modo o la temática a la hora de escribir cuando lo hacen las mujeres y si tú lo ves así en tu obra.

M.H.: No creo que haya literatura escrita por mujeres o por hombres. No lo siento así. Para mí, hay buenos libros o malos libros, libros que te llegan y otros que no, géneros distintos, estilos diferentes, temáticas con la que te puedes sentir más identificado. Allá cada uno con sus elecciones, tanto al leer como al escribir. Yo creo que cada escritor escribe lo que tiene dentro. Sin duda, si eres mujer has tenido unas vivencias distintas a un hombre, pero también a otras mujeres. La sensibilidad, la inteligencia, el talento o la creatividad no es cuestión de género. Es mi percepción.

S.N.: Pues nada, Mar querida. Ha sido un placer conversar contigo, como siempre. Besos azules, por supuesto.

M.H.: Besos índigo, Sara. Espero poder coincidir pronto contigo de nuevo. El lugar y el motivo, lo de menos.

En efecto, como bien nos dice Mar Horno, no hay motivo ni momento especial para agarrar a alguno de los náufragos que ha atrapado en su libro y hacerle contar su historia. No nos dejará indiferente. Eso seguro. Por cierto, ella y yo nos debemos un café real. O lo que se tercie.

Qué lindas las arvejas

Foto: Sara Nieto

qué lindas las arvejas que crecen libres al borde de los caminos en primavera

nadie les presta atención

a menudo se las pisa, se las arranca sin miramientos

solo son malas hierbas inservibles un estorbo en el gris asfalto

qué importa que sean bellas o que tengan algo que decir

a veces recojo algunos tallos y les doy acomodo en un jarrón

las pongo en la cocina y me acompañan mientras decidido si tengo hambre o no.

Tener un pueblo

Jugar en la calle arrastrándose por el suelo.

Olvidarse de las pantallas. Sentir en sol en la piel, el batir de las alas de las cigüeñas en su ir y venir al nido del campanario.

Las golondrinas y gorriones atareados criando polluelos.

Los gatos y los perros paseando a sus anchas.

Las ranas croando en la charca. Pararse al borde del camino para dejar pasar

a un ejército lanoso lleno de balidos. Correr detrás de las gallinas.

Cazar bichos y ver cómo se afanan las hormigas para acarrear comida.


Tener un pueblo y ser niño.

#saranietoescritora #cuentoscontigo #niundíasinpoesía

Las últimas águilas

Corre el caudal de plata entre los montes.

Aquieta los temblores de mis entrañas. Llévame donde tú vayas.

Quiero ser río, quiero ser aire en calma. Que las últimas águilas nazcan en mis orillas rocosas.

Que alcen el vuelo sobre el espejo de mis aguas.

#saranietoescritora #niundíasinpoesía