Sara Nieto
Allá por los años setenta la niña que fui descubrió maravillada la magia de la palabra escrita. Me recuerdo con muy pocos años esperando recibir los cuentos troquelados que pedía incansablemente a mi padre. Eran para mí como naves espaciales por las que viajar a otros mundos. Poco tiempo después descubrí la llave para entrar por mí misma en mis propias aventuras. Aunque ya no lo recuerdo con exactitud, posiblemente esa llave tendría la forma de uno de esos lápices de color azul marino que llevaban un pequeño espacio en blanco donde poner el nombre. De aquellas historias inocentes garabateadas en cuadernos y servilletas de bar han pasado ya muchos años. El lápiz se convirtió en un teclado de ordenador y el cuaderno, en un blog online.
Me voy formando por mi cuenta y de vez en cuando asistiendo a talleres para literatura tanto infantil como adulta. Al elegir trabajo para cubrir mis necesidades vitales me decanté por el de bibliotecaria, para de alguna forma continuar apegada a mis naves. Para las necesidades espirituales me he buscado la forma de acallar ese gusano voraz que a todo escritor —famoso o no, publicado o no— le corroe escribiendo en mi blog y participando en cuantos grupos literarios mi escaso tiempo me permite. No sé cuánto tiempo podré compaginar esto. El sentido común me dice que me dedique a lo verdaderamente importante, que sea práctica y no me complique. Sé que tendría que dejarlo. El trabajo digo. Pero entonces, abro mi blog y sigo soñando.