Miradas

Me acostumbré a descifrar miradas. A ver el enojo en los ojos de Lucía cuando entraba mojado, los pies empapados y le pisaba la tarima dejando charquitos. Creo que ella también comprendía mi súplica de perdón.

Aprendí a leer la complacencia, ambos mirándonos sin decir nada, cuando me quedaba quieto en mi lado del sofá, ni un centímetro fuera de la manta que ella había colocado para mí. «Si no, dejas marca, me decía».

Veía perfectamente en su mirada cuando se levantaba de buen humor y ni siquiera hacía falta que viniera a abrazarme. Nos observábamos en silencio y yo sabía que ese día iba a ser de los buenos.

También sabía que a veces tenía un día malo cuando me miraba a los ojos y sabía que estaba calculando el tiempo que llevábamos juntos y cuándo nos despediríamos.

Y aún así yo la quiero. Amo cada centímetro que ocupa, estar a su lado y hacerla feliz. La amo y eso nunca cambiará, aunque esta mañana por primera vez haya sido incapaz de descifrar el mensaje cuando me abrazaba fuerte y con lágrimas en los ojos me ha dejado atado a una farola en mitad de esta calle desierta.

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