Los rincones vacíos de la casa ya desmantelada estaban abarrotados de recuerdos infantiles: las risas, las cosquillas, los abrazos maternales. La nostalgia. Abrí el armario de mi habitación, huérfano ya de ropa. De las telarañas colgaban aún los reproches adolescentes, los insultos, el resentimiento. La huida. Y en un bolsillo de tu bata, junto a una foto desvaída y el pañuelo que bordé en la escuela, encontré todos los te quieros que durante treinta años nunca te dije.
Desde luego, un microrelato cargado de nostalgia, esa que, como reza su título, llega demasiado tarde, cuando los deseos de compensar los olvidos y las ausencias ya no tienen cabida más que en nuestra mente. Un bello, aunque triste, mensaje.
Saludos.
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A veces la ausencia puede llenarlo todo. Un estupendo micro lleno de nostalgia, Sara.
¡Un beso!
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Precioso y emotivo.
¡Gracias!
Un abrazo
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