La mujer del piso de al lado enciende la luz del pasillo. La bombilla emite un leve zumbido y el ruido blanco de mi cabeza empieza otra vez. Lo siento como un suave cosquilleo en la punta de mis dedos. Sus pasos son como el vaivén de un vientre materno repleto de promesas. Si abro los ojos el ruido adormecedor desaparece y los colores del mundo se me clavan en el estómago. Me provocan náuseas las paredes amarillas, ásperas. Por eso prefiero dormir y centrar la mirada hacia la parte interna de mis recuerdos, Amanda. Cuando mariposeabas por toda la casa no lo hacías con tacones, como la vecina. Te deslizabas en zapatillas, cada vez más grave, más hermosa. Las he buscado pero te las llevaste al hospital, junto con la ropita insoportablemente azul celeste que conquistó el cuarto de invitados. No sabía que en el armario guardabas unos brillantes zapatos de tacón recién comprados. Ni que pensabas estrenarlos hoy, el día de nuestro aniversario.
*Con este relato participé, junto con mis compañeros en la 7ª Jornada de la Liga LEMCA, Esta noche te cuento.
Desgarrador… Y escrito magistralmente
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