Que vengan por fin a rescatarte
aquellos abrazos que ya no te daban calor.
Esos labios hermosos,
y duros y cortantes.
Si eso es lo que quieres, sea.
Solo así sobreviviremos.
Nosotros hicimos lo que pudimos.
Nos tragamos la pena envuelta en helados de chocolate
frente al televisor.
Devoramos hamburguesas sangrientas
para cubrir los cadáveres de las mariposas
que dejaron de revolotear
de puro muertas.
Enterramos las imágenes de momentos felices
y pusimos encima de la pila
los peores recuerdos.
Pero los ojos no colaboran,
la inundación es incontrolable.
A los pulmones no les llega el aire
y no hay alimento que llene el hueco
que horadó la desilusión.
Y tú, mírate.
Tú apenas lates desacompasado,
mientras te ahogas sin remedio en este océano de lágrimas.
Tienes que nadar.
Nadar sin ropa.
Porque si tú te hundes,
corazón,
nos hundimos todos contigo.