«¡Yo no la he escrito!», gritó Antonio en la puerta de la iglesia aguantando las miradas incrédulas. En el listado de los que se confirmaban el domingo, aparecía el nombre de Juana con la sucia palabra escrita encima. Todos conocían su obsesión por esa chica rara. Porque era rara la Juana. Sus padres no entendían que no quisiera casarse. Tampoco que se quemase las pestañas por las noches leyendo a la luz del candil los libros que le prestaba el maestrillo nuevo. Y mientras el revuelo continuaba, ella observaba de lejos y sonreía con los dedos manchados de tinta camino de la escuela.
Rara y traviesa era la Juana, para desgracia de Antonio 🙂
Un micro divertido, Sara, y que cuenta un montón de cosas en apenas unos renglones, aparte de quedar perfectamente ambientado. Eso tiene mucho mérito.
¡Un beso!
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Me alegro de que te guste Julia. Aunque hay mucho drama detrás de esa «travesura» si lo piensas.
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