
Imagen tomada de Internet
Vuelve a pedirme que le empuje al precipicio. Sabe tan bien como yo, que será en vano, porque cuando llegue abajo, permanecerá inmóvil un rato. Luego, cuando se canse de esperar y se dé cuenta de que no ha servido de nada, se levantará. Al terminar de sacudirse el polvo ya se habrá olvidado de todo. Subirá por la ladera sonriendo, como nuevo, disfrutando del sol y la brisa, y al llegar a la cima, su cara ya estará llena de lágrimas y el cielo ennegrecido. Ya sabré lo que va a pedirme y él ya sabrá que, pese a todo, no puedo negarme.
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Debe de ser horrible tener que repetir una y otra vez la misma secuencia, revivir constantemente una situación que no es precisamente feliz. Una cosa es resurgir de tus propias cenizas y otra desear morir cada día para renacer hasta el infinito.
Un microrrelato tremendamente original.
Saludos.
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Gracias, Josep. Sí. Por desgracia, hay momentos en la vida en que esa es la sensación que sentimos.
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